Los perros se expresan a través de sonidos, pero las posturas que adoptan en determinadas situaciones también pueden darnos pistas acerca de su estado de ánimo.
Los perros, igual que nosotros las personas, tienen sus propios códigos de lenguaje corporal.
Aprender cómo los perros se comunican con otros animales a través de su cuerpo nos dará pistas para descifrar los mensajes que intentan decirnos.
En una confrontación es fundamental distinguir al perro dominante. Éste siempre intentará parecer más grande y poderoso y su postura será erguida, con las orejas y la cola erectas y el pecho echado hacia delante. Incluso puede erizar los pelos del cuello y el lomo para adquirir una aspecto más agresivo. Por el contrario, el perro sumiso intentará mostrarse más pequeño e imitará el comportamiento de los cachorros, ya que un perro adulto nunca ataca seriamente a una cría. Su postura será agachada, con la cola batiente y baja y su mensaje de sumisión puede verse reforzado por un intento de lamer las patas o las manos del perro o humano dominante. Como último recurso, rodará patas arribas dejando al descubierto el vientre en una postura de total vulnerabilidad.
Los movimientos de la cola son también un buen indicador del estado de ánimo del animal. El habitual movimiento de cola de un lado a otro que expresa alegría, no es el único, ya que si un perro mece la cola erguida y lentamente, en línea con la espalda, está intentando comunicar su enfado. En cambio si el rabo permanece bajo y entre las patas traseras será expresión de miedo.
Los perros también se comunican mediante expresiones faciales. Las orejas erectas indican que está alerta o escuchando atentamente, mientras que, si éstas permanecen echadas hacia atrás pueden expresar placer, sumisión o miedo.
La mirada también es fundamental en este sentido, ya que un perro dominante someterá a sus "subordinados" con sólo mirarlos y, en caso de confrontación, iniciará la retirada aquel ejemplar que no sostenga la mirada de su adversario. Por esta razón, no debemos intentar mantener la mirada de un perro si éste tiene tendencias agresivas o nerviosas, ya que podemos estar provocándole hasta el punto de desencadenar un ataque. Sin embargo la mirada de confianza y cariño entre un perro y su dueño resulta fundamental y ayuda a fortalecer los lazos afectivos de la relación.
Los perros dominantes
Los juegos y simulacros de combates a que se entregan los cachorros permiten descubrir cuáles serán los ejemplares «dominantes». Los cachorros dominantes se muestran agresivos y atropellan a los demás, mordiéndolos por el cuello. Son los primeros que se lanzan sobre la comida. La dominación de la madre sobre los cachorros prosigue en la edad adulta. Una perra joven no domina a su madre, incluso siendo mayor y más fuerte que ella.
El hecho de ser dominante es inherente al carácter del cachorro. No es una cuestión de tamaño, ni de fuerza, ni de sexo. Sin embargo, más tarde, los machos más fuertes serán los que se impongan por lo general y los que se conviertan en dominantes del grupo. Es un fenómeno que se observa en cualquier grupo de perros, donde el más fuerte toma iniciativas, dirige los paseos y actúa como jefe. Pero esta supremacía tal vez no sea compartida por otros perros. Puede haber luchas en el seno de un grupo con problemas de alimentación , sobre todo, cuando se mezcla una perra en celo. Si el jefe resulta vencido, se produce una alteración del orden social y el vencedor tratará de apoderarse definitivamente del primer puesto.
El instinto de los perros que les impulsa a imitar, a ser líder es muy fuerte. Si se pone a roer un hueso, si juega o si se lanza a una carrera alocada, los demás le siguen. Este comportamiento permite la unión de los perros de jauría, que durante la caza siguen al perro que va en cabeza.
Cuando dos perros desconocidos se encuentran, se reconoce el que tiene un carácter dominante por el comportamiento agresivo que adopta, pues usa un lenguaje corporal y emite gruñidos. Si frente a estas intenciones dominantes el perro al que se dirigen responde con sumisión, no ocurre nada. Si, por el contrario, este último también es dominante y responde con agresividad, la pelea es inevitable. No cesará hasta que uno de los dos perros consiga someter al otro.
Algunas razas caninas tienden decididamente a mostrarse dominantes. Como las razas de gran alzada: Dogo Alemán, Perro de Montaña de los Pirineos, perros de trineo e incluso perros más pequeños como Terriers y Teckels. Hay que educar a estos perros con dureza. Necesitan un amo más fuerte que ellos, capaz de imponer su ley, pero sin aterrorizarlos, pues se expondría a transformarlos en perros miedosos y excesivamente sumisos. Cada vez que el perro intente dominar al amo se mostrará agresivo y rebelde; habrá que llamarlo inmediatamente al orden y corregirlo severamente.
Con otras razas, como los Perros de Aguas, Galgos, Beagles y otros perros de caza, este problema no se presenta, pues el amo goza de una autoridad bien definida. El Beagle que domina una jauría no tiene problemas con sus congéneres, pues éstos no pretenden impugnar su autoridad o usurpar su puesto, como ocurre en las jaurías de perros corrientes.
Cuando dos perros viven bajo un mismo techo, establecen una jerarquía entre ellos, que no planteará problemas en principio, mientras el dominante mantenga una posición estable. Pero si está herido o enferma, el otro perro intenta aprovechar estas circunstancias para usurpar el puesto.
Los conflictos de hegemonía
La presencia de dos rivales, el hombre no debe hacer gala de su superioridad ni mostrar protección hacia el más débil en presencia del más fuerte. Este último lo interpretaría como un fallo en la regla de la sumisión, y podría atacar al otro perro.
Hay que tranquilizarlos.
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